El periodo de gestación es un momento en el que muy pocas mujeres tienen ganas de viajar porque su cuerpo reclama una serie de atenciones que las obliga a dejar de lado ciertas actividades que antes no les suponían ningún esfuerzo. Tenemos las piernas hinchadas, nos cansamos con facilidad, algunas se pasan los 9 meses con náuseas, otras sólo tres, dormimos más que las mantas, comemos a poquitos y muy a menudo, a veces sufrimos estreñimiento, molestias gastrointestinales, nervios, dolores de espalda y riñones, e incluso problemas dentales si me apuras. Pero hay algunas afortunadas cuyos síntomas son mucho menos severos y siguen teniendo ganas de viajar así que, para ellas va ese post.
Hay quien dice que es mejor no subir a un avión estando embarazada porque la presión puede afectar a tu bebé o, al menos, eso es lo que decían hasta no hace mucho tiempo. Sin embargo, actualmente la mayoría de estudios demuestra que durante el primer y segundo trimestre, por lo general, no supone ningún problema viajar en avión (aunque siempre debemos consultarlo con un médico) y que en el tercer trimestre el mayor riesgo es que puedas ponerte de parto durante el vuelo.
Aun así, la mayoría de mamás primerizas (y las que no lo son también) prefieren no volar para evitar riesgos, por lo que son pocas las mujeres embarazadas que cogen un avión. Personalmente, aunque sea consciente de que es más un temor infundado que otra cosa, las comprendo al 100% porque si luego, por cualquier motivo, ocurriera algo (esperemos que no), siempre nos quedaría ese sentimiento de culpabilidad por haber cogido ese vuelo sin ser totalmente necesario o habiendo otros medios de transporte disponibles.
Coches, trenes y barcos
Por este motivo, a pesar de que muchas se me puedan tirar encima por lo que voy a decir, mi medio de transporte favorito cuando he estado embarazada ha sido siempre el coche. Si descartamos el avión, que suele ser lo más cómodo, yo optaría por el vehículo particular porque podemos parar siempre que queramos a estirar las piernas sin depender de horarios prefijados ni terceras personas, podemos poner el asiento todo lo tumbado que queramos para relajarnos cómodamente durante el viaje sin peligro a que el usuario que hay sentado justo detrás nos llame la atención por ocupar su espacio personal con nuestro respaldo y, por supuesto, podemos comer y beber siempre que se nos antoje.
Ahora bien, como yo no me fío de conductores ajenos, lo que suelo recomendar es alquilar un vehículo y viajar con él hasta nuestro destino. Mouronte es la empresa a la que yo suelo recurrir, pero sé que en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, existen empresas tipo Gestión del Taxi donde podemos alquilar un vehículo con conductor, chófer, que nos lleve allá donde queramos, lo cual también puede ser muy interesante en recorridos pequeños.
El tren tampoco está mal pero a veces caminar con él en movimiento puede resultar complicado y, obviamente no va a parar cada vez que un viajero lo necesite y, por ende, si necesitas estirar las piernas y caminar un poco te verás en la obligada situación de tener que agarrarte a alguien y pedirle que te ayude a mantener el equilibrio por si algún traqueteo te hace caer, lo cual no es nada recomendable en ese estado.
Con respecto al barco podríamos decir que todo depende… ¿y de qué depende? Pues de nuestras náuseas y de la capacidad de contener el mareo que tengamos. Yo, por ejemplo, no lo soporto en ningún estado porque siempre acabo tirando el desayuno por la borda, pero sé de mujeres que han viajado estando embarazadas incluso en largos cruceros y han estado de lujo.
Al final, la elección, queda siempre de mano de la embarazada en sí y esto son sólo algunos consejos y experiencias personales.