Tristeza vs depresión posparto

Aunque sean estados de ánimo asociados y presenten una sintomatología similar, la tristeza y la depresión posparto no son lo mismo. Un hombre siempre podrá declararse triste cuando no se sienta respaldado por su círculo íntimo, sufra un revés en el trabajo o no encuentre la motivación adecuada para acometer sus proyectos de vida, pero no por ello podrá decir que tiene depresión posparto. Los desajustes hormonales y en consecuencia emocionales experimentados tras un acontecimiento físico y personal tan trascendente como es el de alumbrar una nueva vida no responden a un cuadro repentino de tristeza, sino que se trata de manifestaciones asociadas a una forma de depresión particular, la depresión posparto o depresión post natal (DPP).

A una esquina del ring: la tristeza

Entre los desencadenantes de la tristeza se pueden encontrar factores como el fracaso frente a un anhelo concreto, la pérdida repentina de un estímulo emocional o afectivo o la sensación de indefensión y desorientación frente a un mundo externo considerado hostil y/o alienante. Otros elementos desencadenantes pueden ser la falta de respuestas emocionales innatas y adquiridas hacia situaciones adversas o frustrantes u otras razones que se escapan a la psique y entran en el terreno de lo físico, como la enfermedad o el dolor crónico. No obstante, incluso estas últimas hallan en su fondo un poso de miedo a partir del cual se somatiza la tristeza.

Aun con todo ello, la tristeza puede guardarse un aspecto positivo. Posee una labor adaptativa que insta al individuo a solicitar la ayuda del grupo, dado que el ser humano es, por definición, social y gregario. Esta conexión con los demás miembros de la comunidad ejerce de terapia natural de consuelo, hecho que fomenta además la cohesión de dicho colectivo. En un plano más privado, la tristeza facilita el autoconocimiento propio -la delimitación de nuestro estado afectivo- a conocer nuestros límites de resistencia emocional, hacer frente a los errores y superarlos, el calibrado de nuestras aspiraciones vitales y nuestras capacidades y la toma de conciencia del valor que concedemos a todo aquello que nos rodea, ya sea material o inmaterial. Toda tristeza anticipa un periodo de renovación interior del que el individuo debe salir fortalecido.

Sin embargo, la carencia de estos asideros personales y sociales puede derivar en problemas psicológicos graves que requieren una atención especializada. El doctor José A. Hernández Hernández, una eminencia entre los psiquiatras de Alicante gracias a sus más de 25 años de experiencia, conviene tomar medidas como una adecuada evaluación psicológica, psiquiátrica y médica para evitar que este estado de tristeza pase a convertirse en depresión. Esta transformación significaría que el individuo se muestra emocionalmente incapaz de afrontar su vida diaria, lo que limita indefectiblemente sus reacciones y relaciones afectivas, laborales y sociales, en definitiva. Se trataría ya de una enfermedad psicológica persistente y evidenciada a través de anomalías neuronales que, incluso, puede derivar en una patología crónica.

En el otro rincón: la depresión posparto

Por depresión posparto o depresión post natal se conoce al estado de depresión que sufre la madre en consecuencia del nacimiento de su hijo. No se trata de la más habitual ‘baby blues’, concepto que designa al estado de depresión que sigue a las dos primeras semanas que suceden al parto, la cual acostumbra a remitir sin necesidad de tratamiento farmacológico o psicológico alguno. La depresión posparto se refiere a un cuadro psicológico que se manifiesta más prolongado en el tiempo y de manera más aguda en sus efectos. Su origen es aún desconocido para la ciencia médica y puede presentarse hasta un año después del alumbramiento, aunque lo más frecuente es que aparezca en los tres meses siguientes al acontecimiento. En ocasiones puede deberse al carácter no deseado del hijo, a la inseguridad que provoca la responsabilidad de su cuidado, a la precariedad de su salud o a la malformación del neonato. No se trata por supuesto de casos aislados o de perturbaciones psicológicas sociopáticas, sino de reacciones psicológicas de origen innato y natural que han de ser tratadas como tal. 

Estas mujeres no son unas desagradecidas o unas malas madres, sino que están experimentando una de las complicaciones más frecuentes del parto, la depresión postparto, un trastorno que todavía sufren en silencio un gran número de mujeres.

Entre sus principales síntomas se encuentra la tristeza (caída del ánimo, irregularidad e imprevisibilidad en el estado emocional), la irritabilidad (muchas veces pagada con el recién nacido), la fatiga, la incapacidad para experimentar goce físico o sentimental, la sensación de desbordamiento en los quehaceres diarios, la ansiedad (manifestada en la incapacidad para atender las necesidades del bebé y la distancia emocional o la sobreprotección del mismo) y el insomnio y los desequilibrios alimenticios (los cuales revierten en los factores anteriormente citados).

En casos clínicos como estos, que revisten una gravedad ante la que no se puede permanecer impasible, es menester entonces seguir el consejo médico y ponerse en manos de expertos. Existen un sinfín de tratamientos psicológicos especializados, como la terapia Gestalt que en Barcelona realiza la doctora María Laura Fernández, fundamentada en una respuesta global y orgánica emprendida por el propio individuo hacia los problemas psicológicos en cuestión, o los métodos flexibles de Psania, equipo de psicólogos en Valladolid capaces de adaptarse a las exigencias de las clases de depresiones, obsesiones y compulsiones experimentadas en cada caso particular.

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