Más vale prevenir que curar

Siempre he sido una persona muy precavida. Me gusta tener las cosas en su sitio y haced todo lo necesario para evitar males mayores. Y es que ya se sabe que “más vale prevenir que curar” así que yo prevengo todo lo que puedo.

Hay algo que siempre me he planteado tener en casa y que nunca he llegado a poner porque económicamente no me venía bien, porque algunas personas con las que hablaba me decían que era una exageración o porque, simplemente, no me venía bien en ese momento, pero desde que la semana pasada vi cómo salía ardiendo el ático del edificio de enfrente desde mi ventana ya no voy a pensármelo más. Tengo hijos, y son lo más importante en mi vida, si les pasara algo me muero, por eso he decidido comprar un buen extintor en extintoresbalsamar.com, una web que me recomendó un tío mío que es igual de previsor que yo (debe de venir de familia). Además, he leído que en edificios lo aconsejable es un extintor por planta y en nuestro edificio no hay ninguno.

Por lo visto, en Extintores Balsamar no sólo te venden el producto, sino que se encargan de su revisión, de la instalación y te resuelven cualquier problema si es que lo  tuvieras. Además, yo no quiero comprar algo tan importante en cualquier tienda sólo porque sea un poco más barato, yo prefiero calidad y tener la seguridad de que voy a poder recurrir a ese extintor en caso de que ocurra alguna desgracia o nos llevemos algún susto que ya sé de dos casos en los que el extintor no funcionó.

Por ejemplo el de mi suegra hace años. Yo no conocía la historia pero hace unos días que comimos en su casa con mis hijas y les comentamos lo que íbamos a hacer, me dijo que hace unos años, cuando mi cuñado tenía unos 17 años, se puso a cocinar y dejó el aceite calentándose demasiado tiempo, así que cuando fue a echar las patatas para freírlas aquello salpicó por todas partes haciendo que la típica grasa que suele quedarse en la campana extractora prendiera fuego instantáneamente. Su padre, mi suegro, salió corriendo a por el extintor y cuando apretó el mecanismo para ponerlo en funcionamiento no reaccionó, estaba dañado o tenía algún fallo que provocó que no se accionase cuando hizo falta y tuvieron que recurrir a remedios más caseros como la manta del salón que tiraron sobre el fuego para ahogarlo y que se apagara. Gracias a Dios funcionó y no hubo que lamentar pérdidas.

Le pregunté, obviamente, dónde lo compró para no recurrir a esa compañía pero me dijo mi suegra que fue un regalo de un amigo que antes tenía un bar-restaurante y, al cerrarlo, como tenía cuatro o cinco extintores, regaló algunos a sus amistades.

Vamos, que lo mismo el extintor tenía más años que el puerto o no había pasado las revisiones y yo quiero asegurarme de que eso no me ocurra a mí, así que compraré donde sé que van a responder porque, como ya he comentado e imagino que pensarán todas las madres, si les pasa algo a mis hijas, me muero.

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