El embarazo es una de las etapas más complicadas por las que pasa una mujer a lo largo de su vida. Pero también es una de las más ilusionantes. Son meses en los que comienza a aflorar ese sentido de la responsabilidad supremo que implicar el ser padre o madre y también son meses en los que se puede disfrutar de uno mismo y de algunos de los placeres que nos deja la vida.
Uno de esos placeres es hacer turismo. Muchas parejas, conscientes del duro reto al que serán sometidas cuando llegue el momento del parto de la mujer, deciden viajar durante los primeros meses de embarazo y aprovechar para relajarse y desconectar sin dejar de lado, evidentemente, los cuidados necesarios que precisa una mujer en estas condiciones.
Fue lo que hicieron mi hermano y mi cuñada cuando se enteraron de que ella estaba en estado. Cuando ella estaba de tres meses y todavía podía moverse con fluidez y sin excesivas dificultades, consensuaron visitar una ciudad que ambos querían conocer desde hacía algunos años y a la que todavía no se habían ni tan siquiera acercado: Barcelona.
Se trataba de un viaje especial, el último en algún tiempo y cuyo destino era una urbe que era muy del agrado de los dos. Tenía que ser irrepetible y lo primero para conseguirlo no era otra cosa que el encontrar un gran hotel. Sus pesquisas les llevaron ni más ni menos que al barrio gótico de la ciudad, donde a través de la web www.mercerbarcelona.com descubrieron un hotel exclusivo, con las mejores habitaciones y restaurantes. Según me contaron a la vuelta, la experiencia fue irrepetible porque pudieron conocer la ciudad teniendo en su corazón la mejor de las guaridas posibles. Contaron con todas las comodidades posibles y los tratos adecuados para conseguir cumplir el deseo que llevaban.
Tanto les gustó aquello que, cuando mi sobrino ya tenía dos años, volvieron a Barcelona y volvieron al hotel en el que habían estado. Las sensaciones fueron las mismas que dos años y medio antes: las de una estancia agradable, confortable y que hacía posible la evasión de la vida cotidiana. Todo un lujo. Además, el pequeño lo pasó en grande porque en el hotel también contaban con todos los servicios adecuados para el perfecto cuidado para él.
El turismo para embarazadas, de moda
Hace algunos meses, un emprendedor valenciano llamado Iván Lütolf comenzó a desarrollar lo que se conocía como “babymoon”, que no es otra que la práctica de turismo de mujeres embarazadas. Consideraba que era una buena manera para conseguir olvidar el día a día y para estrechar los vínculos de la pareja y la nueva vida que está en camino.
Esta moda, que acaba de llegar a España, es la que practicaron sin darse cuenta mi hermano y mi cuñada. Ya por entonces comentaron que la experiencia les sirvió de mucho porque se acercaron todavía más el uno al otro, cuestión esta que sin duda beneficia la creación de unos cimientos sólidos de una nueva familia. Cuando el bebé nació, el estado de ambos era de una absoluta felicidad porque no solo había nacido su hijo, sino porque lo hacía en el entorno propicio para, rodeado de un amor fuerte y que no conocía fisuras.