Las joyas en la infancia

Las joyas, además de ser un complemento que aporta elegancia, belleza y distinción, son un elemento presente en determinados actos ceremoniales. Incluidos algunos significativos que vivimos en las primeras etapas de nuestra vida. Vemos en este artículo, el papel de las joyas, desde que nacemos hasta que nos hacemos adultos.

Para los niños, las joyas representan el mundo de los mayores. Un mundo que emulan e interpretan con sus juegos y al que aspiran a pertenecer. Regalar a una niña un collar o unos pendientes llamativos, para ella significa que la consideramos mayor, que es tenida en cuenta.

Las joyas para niños deben ser intrusivas. Deben permitirles moverse libremente y jugar con ellas puestas. No deben tener elementos punzantes que les puedan hacer daño y cierres de seguridad que hagan que no se desabrochen fácilmente. Además, deben ser resistentes y en mi opinión no deben ser demasiado valiosas. Lo que más le gusta a un niño es jugar, aunque vaya vestido de gala. No se les puede hacer responsables de que cuiden de una joya porque a nosotros nos guste que la lleve puesta. Uno de los peores tragos que puede pasar un niño es reprenderles porque han perdido o se les ha roto una joya.

En la infancia, las joyas son regaladas y tienen un valor simbólico. Asociadas, la mayoría de veces, a determinadas celebraciones. Así nos lo cuenta Rosa, que cuando le dijeron que su ahijada iba a celebrar la primera comunión se empeñó en regalarle una esclava de plata. Grabada, por un lado, con el nombre de la niña, y en la parte de atrás con la fecha de la celebración. Podía haber ido a comprarla a una joyería tradicional, pero Rosa no tiene tiempo. Por eso se puso a ver las pulseras que la Joyería Lorena, de Alaquas (Valencia), tiene expuesta en su página web.

Son varias las celebraciones en las que los pequeños son los protagonistas y están presentes las joyas. Comentamos tres de ellas:

El nacimiento.

Regalar joyas a un recién nacido es un acto de bienvenida. Normalmente, lo regalan los abuelos o los padrinos y es una muestra material de que tienen presentes al bebé.

Un ejemplo curioso es la costumbre de regalar a los niños una cadeneta con una medalla o una cruz. Esta tradición viene de la edad media. Hasta bien entrado el siglo XX, la mortalidad infantil era alta. Los familiares tendían a regalar a los niños una medalla bendecida en la iglesia o pasada por el manto del santo con la idea de que este objeto protegiera la salud del bebé.

Otro regalo tradicional son los pendientes. Hasta que el bebé no va creciendo, a veces, es difícil diferenciar a un niño y una niña. La forma que había de distinguirlos era por el color de la ropa y poniéndole unos pendientes a la niña. Con pocos meses de vida, a la niña ya se le perforaba el lóbulo de la oreja.

Un evento social importante en la vida de los recién nacidos es el bautizo. No lo es para ellos, puesto que no son conscientes de lo que están viviendo, pero sí para los padres. El bautizo representa la introducción del niño en la sociedad. En una cultura judeocristiana como la nuestra, bautizar a un recién nacido implica que el niño ya está integrado en la comunidad. Es uno más. Hasta hace poco menos de 100 años, el bautizo se celebraba a los pocos días de vida. Esto se debía a la alta mortalidad infantil. Al estar el niño bautizado, si moría, iba al cielo, y su alma no se quedaba estancada en el limbo.

Un objeto precioso tradicional en los bautizos son las conchas bautismales, normalmente fabricadas en plata. Esta concha la llevaban los padres y se le entregaban al sacerdote para que bautice al recién nacido, vertiendo sobre la cabeza agua bendecida. La joya después la guardan los padres como recuerdo del sacramento y en ocasiones se hereda de generación en generación.

Las joyas para bebés que más se suelen regalar, aparte de pendientes para niñas o cadenetas con medalla, son pequeñas pulseras o esclavas, porta chupetes y placa conmemorativa, normalmente del bautizo.

La primera comunión.

Dice El Periódico de Cataluña que las comuniones resisten frente a la caída libre de las bodas. Si las bodas religiosas han descendido en un 55% en los últimos diez años, las primeras comuniones se han reducido solo en un 7%.

Este fenómeno obedece a la secularización de la sociedad española. Nuestro país culturalmente es cristiano. Un 70% de la población se declara católica, sin embargo, más de un 63% nunca va a misa. La ascendencia de la iglesia sobre nuestra vida ha perdido peso en los últimos 50 años.

Las comuniones se siguen celebrando porque sobrepasan el reconocimiento de una simple celebración religiosa. Es una fiesta especial en la que el niño es el protagonista. Una oportunidad para reunir a toda la familia en un evento que rivaliza en postín con las bodas.

La primera comunión, además de ser un sacramento religioso, es un rito iniciático. Al niño se le considera menos niño y más cercano a la adolescencia. Se valora que es más responsable y que empieza a fraguarse un criterio propio. Un ejemplo de ello es que uno de los regalos que más se hacen en esta celebración son los relojes. Hasta entonces el niño no estaba pendiente de la hora. Vivía bajo la supervisión de los padres. Con 8 o 9 años se valora que es más autónomo y que necesita de un instrumento como el reloj para gestionar su tiempo.

A la niña se le viste con un vestido blanco, como si fuera una novia. Y al niño se le pone de gala. Un traje con americana y galones, o vestido de marinero.

Joyas que se suelen regalar en la primera comunión son las medallas con forma de cruz, anillos, pendientes y sobre todo las pulseras en el caso de las niñas. Desde esclavas de oro, listas para grabar, hasta pulseras personalizadas con algún detalle que recuerde el día de la primera comunión o las aficiones y gustos de la protagonista.

El laicismo imperante en la sociedad española, que de por sí no es malo, está haciendo que se pierdan determinadas celebraciones sociales que marcan etapas en la vida del niño. Es cierto que se siguen celebrando primeras comuniones, pero cada vez acuden menos niños. Como consecuencia, la vida de un niño transcurre linealmente hasta que nos damos cuenta de que un día dejan de jugar con la consola y salen con los amigos de fiesta los sábados por la noche.

La quinceañera.

Se trata de una fiesta latina que he querido introducirla en el artículo debido a la alta presencia de ciudadanos de origen hispanoamericano que hay en nuestro país. Es una puesta de gala y una presentación en sociedad en la que se celebra que una chica deja de ser niña y se convierte en mujer. El evento se suele celebrar en un restaurante y a él acuden las amigas de la chica, los amigos de los padres y gran parte de los familiares.

Dice la revista Bekia que su origen proviene de la cultura maya precolombina. En el imperio maya era costumbre que cuando una niña alcanzaba la pubertad se celebraba una serie de ritos religiosos y después la chica abandonaba su casa para internarse una temporada en la escuela telpochcalli, donde convivía con otras chicas de su edad y se le preparaba para la vida adulta y para el matrimonio.

La llegada de los conquistadores erradicó muchas tradiciones de los pueblos indígenas, pero no esta celebración, a la que agregó la presencia de una misa en honor de la adolescente para darle un toque más solemne.

La costumbre de que la agasajada y los invitados se vistan de gala y el Valls característico que baila la chica con su padre se introduce en el siglo XIX durante el reinado de Maximiliano I como emperador de México. Reinado que apenas duró tres años, de 1864 a 1867, en un intento del imperio francés de Napoleón III para hacerse con el dominio de un México que apenas 40 años antes acababa de independizarse de España. En este periodo se pretende introducir costumbres francesas entre la oligarquía criolla mexicana.

En la fiesta de la quinceañera por primera vez la chica se viste con un vestido de noche, se pone zapatos de tacón, se maquilla y se coloca una diadema en forma de corona con piedras preciosas y semipreciosas.

Es normal que la chica se engalane con todo tipo de joyas para la ocasión: Pendientes, collar, pulsera, sortijas. Es la reina indiscutible de la fiesta y debe brillar por encima de las demás.

En el paso definitivo de la niñez a la edad adulta, representado en esta fiesta, la presencia de las joyas tiene un papel relevante.

Las joyas en la niñez se emplean en ocasiones señaladas para que la niña o el niño luzcan más guapos y elegantes. Sin duda tienen un carácter simbólico y marcan una etapa en transcurso de la niñez.

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