Tener un hijo cambia la vida de cualquier persona en todos los niveles posibles. Reduce nuestro tiempo libre, complica nuestra conciliación entre la vida familiar y laboral y obliga a realizar interminables reformas en casa…cuando no a cambiar de vivienda. Todo lo que se haga es poco para intentar que el bebé que llega al mundo lo haga en el mejor contexto posible y con la atención de una familia entregada.
Los próximos párrafos hablarán sobre una de las cuestiones que se comentan con anterioridad: las reformas en nuestra vivienda. Se trata de un capítulo complicado y del que muchas parejas se suelen quejar con fundamento. Las incomodidades, el ruido, las tardanzas…causan estrés en una familia que está a punto de ver como aumenta su número de miembros y que bastante tiene con procurar que todo lo relativo al embarazo salga lo mejor posible.
Hace apenas un par de años tuve mi primer hijo, y hasta ahora el único, con mi mujer. Ambos deseábamos con ansia vivir una experiencia como aquella y de disfrutar de nuestra maternidad y paternidad. Sin embargo, y siendo realistas, sabíamos que aquello implicaba una auténtica barbaridad de cosas que deberíamos resolver en apenas los nueve meses de plazo que teníamos para hacer de nuestra vida una mucho más diferente y más indicada para que cupiera en ella un hijo.
Una de los primeros asuntos a tratar era sin duda el de nuestro piso. Vivimos en Madrid desde hace un tiempo, apenas tenemos recursos económicos para trasladar nuestro lugar de residencia y, no obstante, necesitábamos ejecutar una amplia reforma en la vivienda puesto que hacía varios años que no se efectuaba ninguna y el piso estaba viejo y desgastado.
Dos de las estancias que necesitábamos reformar en primera instancia eran el baño y la cocina. La verdad es que apenas teníamos alguna idea acerca de cómo acometer una reforma de similares características y necesitábamos algo de ayuda. Con el paso de las semanas comenzarían los agobios. Necesitábamos una solución temprana y efectiva y no veíamos la forma de conseguirla.
Hasta que dimos con Cerámica Para Arquitectura. Aquella entidad nos dio la idea y el medio para llevarla a cabo. La idea, además de tirar algunos tabiques y ganar metros habitables, era la de cambiar todas las baldosas en esas dos estancias para hacer de ellas otras más luminosas y modernas. Los modelos que acabábamos de visualizar en la página web de dicha empresa nos convencían y podrían ayudarnos a hacer de nuestro piso un lugar más preparado para acometer una ampliación familiar como la que estaba en camino.
Una más que acertada decisión
Para cada una de las dos estancias teníamos pensadas cosas diferentes. En el caso de la cocina nos parecía más adecuado utilizar hexágonos cerámicos. Por otra parte, para el caso del baño creíamos más adecuado usar una serie de baldosas cartabón. Complementándolo con esa obra que teníamos pensado llevar a cabo, pensábamos que nuestro piso podía presentar un aspecto decente para cuando llegara nuestro hijo.
En un corto periodo de tiempo pudimos hacernos con las baldosas que solicitamos. Lo hicimos, además, a un precio muy aceptable para nuestra maltrecha economía. Pronto quedaron perfectamente instaladas y la cocina y el baño listo para acoger la llegada de un nuevo miembro a la familia.
En cuanto la obra quedó hecha y las baldosas instaladas, comprobamos la gran diferencia del piso en aquel momento con el que apenas unos meses antes había sido nuestra vivienda, nuestra casa. Ni punto de comparación. Después de haber ejecutado los cambios podíamos estar seguros de que el piso reformado estaba preparado para una nueva y gran etapa de nuestras vidas.
Han pasado dos años desde el nacimiento de nuestro hijo y la verdad es que la vida en el piso es espectacular. No tenemos problemas de espacio, hemos conseguido que nuestro hijo se sienta cómodo y feliz y que, además, el piso es moderno y bastante elegante, algo para lo que las baldosas han aportado, sin dudas, su granito de arena.