¿Qué seríamos nosotros sin nuestros mayores? La pregunta es muy simple y la respuesta también. Nada, absolutamente nada, pues a ellos les debemos todo lo que somos y lo que tenemos. En primer lugar, nuestra propia vida, nuestra cultura, nuestra civilización, nuestro lenguaje, nuestra idiosincrasia, y así hasta completar una larga lista. Y ¿cómo correspondemos nosotros cuando llegan a esa última etapa de su vida? Una solución es intentar poner los medios para que nuestros mayores mantengan su capacidad activa, cognitiva y locomotora lo más estimulada posible. La residencia geriátrica de Barcelona Benviure, donde yo tengo a mis padres porque ahora mismo tengo un bebé y no puedo cuidar de los tres, está orientada y especializada en ofrecer la mejor asistencia, atención personalizada y bienestar a nuestros ancianos para que puedan disfrutar en sus instalaciones del nivel máximo de confort.
Es muy importante encontrar centros así donde se les trate con respeto y se les ofrezcan los mejores cuidados cuando llega un bebé a casa, ya que como decíamos a ellos les debemos todo. Y no son tontos, saben que han de dejar paso y son conscientes de las limitaciones que tenemos para su cuidado, por lo que en lugar de tenerlos en casa como muebles ellos mismos prefieren ser cuidados en una residencia geriátrica por profesionales y estar rodeados de gente de su edad con la que comparten aficiones. Eso sí, no debemos olvidarnos de ir a visitarlos y de llevarles a los bebés para que los disfruten. Con toda seguridad ellos serán más felices en una residencia bien cuidados y con gente de su edad que convirtiéndose en uno más de los que forman el 20 por ciento de los ancianos que se encuentran solos.
En nuestra civilización europea, con una población cada vez más envejecida, las personas mayores, ancianas, de la tercera edad, como se les quiera llamar, que ocupan un alto porcentaje de la tasa de población, no están lo suficientemente valoradas, pues la palabra viejo está estigmatizada, la consideramos como algo negativo, debido a múltiples factores, entre los que podríamos destacar:
- El culto a la juventud. La juventud está sobrevalorada, está íntimamente ligada a una serie de cualidades que la hacen a todas luces deseable. Frases del estilo de “hay que mantenerse joven de cuerpo y mente”, “hay que lucir joven”, “el mundo pertenece a los jóvenes”, las oímos prácticamente a diario en cualquier conversación, o en cualquier anuncio de los medios de comunicación, se han convertido en un slogan que se repite asiduamente y que hemos llegado a interiorizar. Ser viejo es un defecto.
- El culto a la imagen. Nuestra imagen marca nuestra relación con los demás, necesitamos de su aprobación para sentirnos seguros, valorados, felices, aunque sea a costa de complicadas operaciones quirúrgicas, de intensos y caros tratamientos estéticos o de machacarnos en el gimnasio. Sentimos una presión social que nos incita a desear tener un cuerpo perfecto. Hay que negar el envejecimiento por lo que intentamos mantenernos ágiles, delgados, sensuales.
Sin embargo no siempre fue así, en las antiguas culturas, ya sea, la egipcia, la hebrea, la azteca, los ancianos eran altamente valorados, respetados, representaban la sabiduría, la experiencia, eran los patriarcas, gobernaban al pueblo mediante un consejo de ancianos donde debatían los problemas.
El culto a los ancianos en las sociedades orientales
Actualmente son las culturas orientales las que han convertido la vejez en un referente social, como por ejemplo en la cultura japonesa. Cada año se celebra el “Keiró no Hi”, el día de respeto a los ancianos, una fecha muy especial para ellos, ya que está considerado como el país del mundo que más respeta y venera a sus ancianos, siendo a la vez el que mayor porcentaje de población envejecida tiene. En la cultura china, cuidar de los mayores está considerado como una virtud moral inspirada en la doctrina del famoso filosofo Confucio. Y en la cultura India, los mayores son respetados y admirados por todos los miembros de su familia.
Por todo ello debemos inculcar a nuestros hijos el respeto, el cariño y la admiración hacia las personas mayores, evitando en la medida de lo posible la perdida de los valores tradicionales y fomentando la transmisión de los valores familiares, aprovechando su inagotable fuente de conocimientos, experiencias, consejos y sabiduría.