No somos la primera familia, ni tampoco seremos la última, que ha de cuidar de sus mayores al tiempo que ha de cuidar de los pequeños de la casa. No es una situación sencilla porque el tiempo que necesitan ambos suele ser bastante grande y a veces no podemos llegar a todas partes. Sin embargo, también tiene sus ventajas, y es que los niños obtienen muchos beneficios de la relación que tienen con sus abuelos y viceversa.
Cuando los ancianos comparten tiempo con niños se llenan de vida y se vuelven más activos porque quieren participar en los juegos del pequeño, se sienten útiles e importantes en la familia y transmiten su afecto. Los pequeños, por su parte, aprenden a compartir y respetar por encima de todo, pero también aprenden a valorar la vida, a comprender que el tiempo pasa y que no pasa en balde. Juegan juntos, comparten canciones y dibujos a diario, y lo sé porque lo veo cada día en casa con mi pequeño de 4 años y mi suegra de 75.
Está claro que también nos limita mucho porque al final lo que ocurre es que la familia está aunando demasiada responsabilidad pero ¿acaso importa? La semana pasada me fui a una tienda de manualidades a comprarle a mi suegra rafia, mimbre y cuerda de soga porque una amiga íntima me regaló una cesta preciosa de borrashnos.com toda llena de ropita, productos para el cuidado del bebé y pañales (sí, estoy esperando mi segundo hijo) y mi suegra no paraba de repetir que, cuando era joven, su madre la enseñó a hacer ese tipo de cestas. El caso es que le llevé el material a casa y la mujer se puso contentísima, no cabía en sí de gozo, y empezó a crear. De vez en cuando llega mi hijo y le pregunta que qué hace, a lo que ella intenta explicarse como puede, e incluso ha intentado enseñarle a hacer cestería, pero es aún muy pequeño para eso.
Cenando juntos
Todas las tardes tienen una rutina que nadie puede cambiar. Sobre las 20:30 cenan juntos, los dos, y a las 21:00 mi suegra le cuenta un cuento. La mayoría de las veces se lo inventa porque ya le ha contado tantos que no recuerda ninguno más, pero no importa porque mi hijo le hace mil preguntas sobre los personajes y sobre lo que sucede y ella se va sacando historias de la manga. Leer ya no puede, porque no se “guipa” bien, como dice ella, o como diríamos todos los demás: no se ve bien. Pero le sobra con su imaginación. Y sobre las 21:30 se van los dos a la cama. Primero acuesto a mi hijo, le doy el beso de buenas noches y me despido de él, y luego ayudo a mi suegra a cambiarse y meterse en la cama. Cuando el niño se pone muy pesado, mi marido se queda con él y yo me voy con ella porque a la mujer le da mucha vergüenza que sea su hijo quien la ayude a cambiarse.
Luego la noche es nuestra, para descansar, hablar de nuestras cosas y ver un rato de televisión.
Los fines de semana siempre recibo ayuda. Una empresa de cuidado de mayores a domicilio en Madrid se encarga de mi suegra los fines de semana para que nosotros podamos ir con el niño a hacer algunas actividades al aire libre. No es que ella no venga nunca, de hecho, cada vez que salimos a comer se viene con la silla de ruedas, o a pasear, o cualquier cosa en la que tenga cabida, pero cuando nos vamos con el niño al parque acuático en verano, o a hacer senderismo los domingos (que nos gusta mucho) y cosas así, prefiere quedarse en casa. El problema es que nos da miedo que se quede sola, pero por eso llamamos a los profesionales de Bi2t.
Al final todo suma, y cuando venga el pequeño que está en camino es muy probable que necesite ayuda más a diario pero, al final, merece la pena, tanto por lo que reciben ellos como por lo que recibimos nosotros.